Cuando llego a la puerta
del instituto, Dylan Huron está esperando a alguien apoyado en el capó del
monovolumen negro. Puede ser a mi o puede que no, así que decido encaminarme a
la puerta del Lowell. De dos zancadas Dylan me alcanza y se adapta a mi paso.
- ¿Tienes algún plan?
El muchacho suelta una
carcajada y dice:
- No lo necesito.
Me detengo de inmediato
y, aunque me saca una cabeza, me cruzo de brazos dispuesta a discutir.
- No puedo arriesgarme,
¿vale?
- ¿Quién dice que lo vayas
a hacer? -Replica.
- Tú.
Lo cierto es que yo he
pasado todo el fin de semana maquinando mi plan. Tengo todos los pasos pensados
al cien por ciento. Hoy, en el comedor, invitaré a Brittany a la carrera que se
celebra esta tarde. Doy por hecho que ganaré, entonces hará lo posible por
acercase a mí, o más bien, a mi victoria. Será ahí cuando le diga que Dylan
Huron dará una fiesta en su casa para celebrarlo y, consecuentemente, ella
tomará interés en él, ¿quién se atreve a arrebatarle el título de mejor
anfitriona de fiestas de todo San Francisco? El físico de Dylan Huron hará el
resto.
- Oye, relájate… -Me
agarra de los hombros y me mira fijamente, frunciendo el ceño.
- No puedo relajarme
cuando estoy tramando un plan con el peor hacedor de planes del siglo.
Dylan se pone una mano en
la boca.
- Oh. -Se burla. -Eso ha sido cruel.
- Es cierto, perdona.
-Digo, reconcomida por la vergüenza.
- Qué inocente eres, Mia
Lee. -Esboza una enorme sonrisa y siento la necesidad de golpearle en la cara.
- No estoy para bromas.
-Concluyo, dejando atrás la figura de Dylan.
Entro a clase de
literatura, decidida a apartar de mi mente el tedioso plan que está destinado a
fracasar estrepitosamente.
Cuando suena el timbre me
siento realmente orgullosa, mi libreta está repleta de esquemas y apuntes por
todos lados. Además, hemos realizado el primer control de literatura y,
sorprendentemente, he obtenido la calificación más alta. Tal vez debería de
hacerle caso a Ginebra y comenzar a creer que soy buena en esto.
Guardo todo en mi mochila
y salgo por la puerta, encaminándome al comedor. Ocupo una mesa vacía y
comienzo a engullir mientras leo Frankestein.
Me trae sin cuidado esa última escena donde el monstruo desaparece, ¿dónde se
marcha? De algún modo u otro, me siento realmente identificada con él. Una
criatura destinada a morir sola, ahogada por el mundo y sus gentes. Y, por otro
lado, también me viene a la mente la imagen de mis padres, abandonando el país
y marchándose a no sé dónde, sin rumbo fijo. Me gustaría tanto oír sus voces en
estos instantes.
- ¡Mia Lee! -Brittany
ocupa asiento en la mesa.
- Esta tarde hay carrera.
-Suelto, como si me faltara tiempo.
- Claro. Tienes que ganar.
Ganarás por mí, ¿verdad?
Hago lo que Brittany
espera de mí y asiento con la cabeza.
Cierro con
llave la puerta de la redacción del periódico, dando por finalizada otra tarde
de preparación y revisión de artículos y columnas. Jess me dedica una amplia
sonrisa cuando me giro hacia ella y comenzamos a caminar por el pasillo, en
dirección a la puerta de salida.
La mañana ha
sido larga y tediosa, no he disfrutado de una sola clase. Y haber dedicado
media tarde al periódico no ayuda, me siento exhausta. Estoy soltando un
suspiro de agotamiento cuando Jess emite un pequeño grito de ilusión que me
hace saltar en el sitio.
- ¿Qué pasa?
– Le pregunto, confusa.
No obtengo
ninguna respuesta; mi amiga se dedica a señalar la entrada del edificio.
Distingo una figura alta y esbelta que se recorta contra la puerta de entrada, no puedo ver quién es porque está a contraluz, pero me hago una
ligera idea.
Jess echa a
correr y se lanza sobre el chico, que la alza en un largo abrazo. Deposita un
beso en la mejilla de mi amiga y se gira hacia mí, saludándome con la mano y
una sonrisa en el rostro. Yo correspondo al saludo y salgo con ellos al
aparcamiento, donde se despiden de mí y suben al coche de Hunter.
- Maldita
pareja perfecta…-Susurro, divertida, mientras camino por el sucio asfalto de la
calle.
Tras una
caminata que dura varios minutos, por fin llego a casa. Siento la tentación de
dejarme caer aquí mismo, en las frías baldosas de la entrada. Pero me resisto y
me dirijo a la cocina.
- Hola,
pequeñita. – Me saluda mamá, debe haber salido antes del trabajo hoy. -
¿Cansada?
Asiento y
saco una botella de agua del frigorífico, casi me la bebo por completo de un
trago.
- Pues sí que
tienes sed, sí. ¿Qué tal el instituto?
- Normal.
-Respondo encogiéndome de hombros. - ¿Qué tal el trabajo?
Mamá me
responde rápidamente y sale al jardín. La veo regando las plantas y tratándolas
con mimo a través del cristal de la puerta corredera. Me siento en uno de los
taburetes grises que hay ante la isla de la cocina y saco el móvil. Abro la
aplicación de Instagram y veo pasar las historias de aquellos a los que sigo,
aburrida. Hasta que veo la que ha subido Noah; pide que le recomienden series
para ver.
“Sense8, Peaky Blinders, Shameless. Seguro que te
gustarán.” Escribo, y pulso en botón de enviar.
La respuesta
no tarda en llegar, y a mí me falta poco para escupir el agua que estoy
bebiendo cuando la veo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario