viernes, 7 de septiembre de 2018

CAPITULO 11


Me pinto los labios rojo carmín y me aplico un poco de rímel. Ginebra se ha ofrecido a ondularme el pelo y, después, ha cogido dos mechones y los ha unido en mi nuca. Me miro al espejo. Nunca antes me había visto tan guapa.
- Gracias. -Le digo a Ginebra, que está observándome con ternura.
- Tengo algo para ti. -Sale de la estancia y pronto vuelve con un vestido de seda color durazno.
Me lo pruebo y me está perfecto.
Bajamos las dos por las escaleras y al llegar abajo me da un abrazo. Ginebra está casi más emocionada que yo, su hermana pequeña por fin va a una fiesta por voluntad propia.
- No vengas muy tarde. -Y me da un beso en la frente.
Salgo por la puerta. Recuerdo perfectamente el camino para llegar a la casa de Brittany, puse demasiado cuidado la otra noche a pesar de que iba siendo escoltada por los Huron. De todos modos, estoy casi segura de que cualquier habitante de San Francisco sabe dónde vive La Arandano. Es la reina de las fiestas. Y seguramente la más adinerada.
Cuando llego, la puerta está abierta. Conforme avanzo por el pasillo, recibo el saludo de varios rostros que no conozco. Sonrío forzosamente y continúo avanzando hasta que logro distinguir la figura de Brittany. Ella también me ha visto y hace aspavientos con las manos. Me acerco tímidamente.
- Estás…. ¡Deslumbrante!
- Gracias. -Me limito a decir.
- Samantha y Lea, esta es Mia Lee.
- ¡Encantada! -Dicen al unísono.
Me pregunto por qué todo me parece tan superficial. Sus reacciones, sus voces, sus pestañas. Joder… ¡Qué pestañas! Parecen postizas.
- Mia es una Liebre, ¿verdad?
Llaman Liebres a todos los atletas del instituto. Asiento.
- Ganó a Michael Yan en la prueba de atletismo. -Presume, como si fuera un logro suyo.
- Sí, todo el mundo lo sabe. -Interviene Samantha.
- Así es. -Afirma Lea.
De pronto un brazo me rodea por encima de los hombros. Es Adam. Oh Dios mío. Casi puedo oler su chaqueta de cuero negro.
- ¿Qué pasa? -Dice, en forma de saludo.
- Hablábamos de tu vecina y de Michael. -Respondo con toda normalidad.
Espera… ¿Estoy hablando con Adam Huron?  
- Ah, sí. Felicidades. -Y me planta un beso en la mejilla.
A Brittany le ha empezado a temblar un ojo; pero permanece sonriente.
- Ey -Adam abandona el grupo para saludar a un chico con rastras en la cabeza.
- Diviértete. -Y Brittany se aleja con su séquito detrás: Samantha y Lea.
Cojo una copa de algo que huele a perfume y le doy un sorbo. Está asqueroso. Tumbo un poco la copa hasta que queda medio llena; el cactus debía de estar sediento. No puedo evitar esbozar una sonrisa. Saliendo de la casa me tropiezo con Dylan.
- ¡Cuidado! Me has bañado con whisky -Roza su camisa blanca con una mano mientras que con la otra sostiene un cigarrillo.
- Perdón.
El muchacho alza la mirada, sorprendido.
- ¿Tú?
- Hola. -Respondo, dando un brinco en el suelo.
- ¿Tú en una fiesta? -Rectifica, alzando una ceja.
- Sí.
- Oh vaya. Creo que hubiera sido menos cruel decirme la otra noche que te molestaba mi presencia. Me hubiera ido yo.
Suelto una carcajada y le miro a los ojos.
- No eras tú el estorbo.
- Ansiedad social, ¿no? -Sus ojos negros me observan con intensidad e ironía.
- He pensado salir un poco…
Dylan da una profunda calada a su cigarrillo y exhala el humo mientras mantiene sus ojos clavados en mí. Su cicatriz se acentúa en cada calada, le da cierto toque perverso que rompe completamente con su rostro aniñado.
- Mañana a las diez paso por tu casa. -Dice, aplastando el cigarrillo con la suela de su bota.   

Estamos sentadas en el coche de Jess, con la vista fija en la puerta del edificio en el que se halla la piscina del Lowell. Después de varios minutos de espera, la puerta se abre, al fin, y Jake aparece por ella acompañado por otro chico. Se despide del muchacho de cabello castaño y entra en el coche de un salto.
Jess arranca y el Jeep comienza a moverse, abandonamos el aparcamiento. Yo no he llegado a sacarme el carnet todavía y a Jake, a pesar de tenerlo, no le gusta conducir, por lo que Jessamine es la conductora oficial del grupo, la que evita que tengamos que subir al viejo autobús amarillo del instituto.
-Cenamos en mi casa, ¿no? – Pregunta Jess mientras hace girar el volante.
-Sí. -Respondo, y asiento con la cabeza a pesar de que no me mira.
Entre los peculiares comentarios de Jess y las bromas de Jake, los minutos pasan volando y pronto el coche se detiene ante un bloque de apartamentos. Descendemos del vehículo y entramos en el edificio, subiendo en ascensor hasta el cuarto piso. Jess introduce la llave en la cerradura y nos adentramos en el amplio apartamento.
-Mis padres están fuera por trabajo, así que podemos quedarnos en el salón. – Dice, depositando la llave en el pequeño mueble blanco del recibidor.
Dejamos nuestras mochilas junto a la puerta de entrada y entramos en el salón mientras Jess desaparece en la cocina. La esperamos sentados en el cómodo sofá azul de tres plazas.
-Tengo algo que proponeros. – Dice Jake cuando Jess aparece por la puerta del salón, con las manos llenas de refrescos y bolsas de chuches.
-Dispara. – Le responde, entregándonos una lata a cada uno.
-Tarde de amigos en mi piscina, ¿qué os parece?
-Genial, ¿cuándo? – Responde Jess sin pensárselo ni un segundo.
- Este fin de semana, estaba pensando en invitar a Kyle, si os parece bien.
- Claro, perfecto. – Respondo. Kyle es un compañero del equipo de natación con el que Jake trabó amistad el curso pasado, es un chico agradable y simpático.
Jessamine aplaude, emocionada, y en sus ojos distingo un brillo que me hace ponerme alerta. Es esa mirada de picardía que tiene cada vez que se le ocurre un plan, me pregunto qué estará tramando.
- ¿Puedes ir a meter las pizzas en el horno, Delia? – Me pregunta.
- ¿Por qué yo? – Respondo, sospechando que esto es parte de algún plan.
-Pues porque me da pereza, y de ti me fio más que de Jake.
-¡Eh! – Responde nuestro amigo, indignado, lanzándole un cojín.
-Es verdad, no quiero que me arda la cocina.
-Como que eso no va a pasar con C…
- ¡Eh! - Exclamo yo esta vez, saliendo ya al pasillo. Soy extremadamente torpe, eso es cierto, pero es algo tedioso que lo saquen a relucir cada vez que se les presenta la oportunidad.
Cuando vuelvo, Jess tiene una sonrisa traviesa en los labios y me mira divertida. Jake, en cambio, tiene la cabeza gacha, con una mano en la frente, y niega lentamente.
- ¿Qué habéis hecho? – Pregunto, algo alarmada repentinamente.
-Qué ha hecho, querrás decir. – Contesta Jake señalando a nuestra amiga.
En ese momento, mi móvil, que dejé sobre la mesa al salir, vibra. La pantalla se enciende mostrando una notificación de Instagram. La sonrisa de Jess se ensancha y yo me lanzo a por el pequeño objeto, dándome cuenta de que tiene algo que ver con lo que acaba de pasar.
@noahthegoof: allí estaré! :) 
Frunzo el ceño, extrañada, ¿qué quiere decir con eso? ¿Por qué me manda un mensaje a mí? Entro en la conversación, dispuesta a responderle que se debe haber equivocado de
persona; hasta que veo el mensaje anterior. Es un mensaje mío: “Fiesta en la piscina de un amigo este fin de semana, ¿te apuntas?”
Levanto la vista rápidamente y fijo mi mirada enfurecida en Jess. Me ha pedido que vaya a la cocina para poder aprovechar y enviarle el mensaje a Noah desde mi móvil.
-¿Qué demonios haces, Jess?
-Lo que tú no te atreves a hacer. – Responde guiñándome el ojo.
Me dejo caer en el sofá, sin energías suficientes para enfadarme con ella. De todas formas, empiezo a creer que quizás tenga un poco de razón en lo que ha dicho. Suspirando, bloqueo la pantalla del móvil, ya tendré tiempo de pensar si le digo a Noah que se han cancelado los planes o le envío la dirección de Jake para que vaya.  


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