Me pinto los labios rojo
carmín y me aplico un poco de rímel. Ginebra se ha ofrecido a ondularme el pelo
y, después, ha cogido dos mechones y los ha unido en mi nuca. Me miro al espejo.
Nunca antes me había visto tan guapa.
- Gracias. -Le digo a Ginebra,
que está observándome con ternura.
- Tengo algo para ti. -Sale
de la estancia y pronto vuelve con un vestido de seda color durazno.
Me lo pruebo y me está
perfecto.
Bajamos las dos por las
escaleras y al llegar abajo me da un abrazo. Ginebra está casi más emocionada
que yo, su hermana pequeña por fin va a una fiesta por voluntad propia.
- No vengas muy tarde. -Y
me da un beso en la frente.
Salgo por la puerta. Recuerdo
perfectamente el camino para llegar a la casa de Brittany, puse demasiado cuidado
la otra noche a pesar de que iba siendo escoltada por los Huron. De todos
modos, estoy casi segura de que cualquier habitante de San Francisco sabe dónde
vive La Arandano. Es la reina de las
fiestas. Y seguramente la más adinerada.
Cuando llego, la puerta
está abierta. Conforme avanzo por el pasillo, recibo el saludo de varios
rostros que no conozco. Sonrío forzosamente y continúo avanzando hasta que
logro distinguir la figura de Brittany. Ella también me ha visto y hace aspavientos
con las manos. Me acerco tímidamente.
- Estás…. ¡Deslumbrante!
- Gracias. -Me limito a
decir.
- Samantha y Lea, esta es Mia
Lee.
- ¡Encantada! -Dicen al unísono.
Me pregunto por qué todo
me parece tan superficial. Sus reacciones, sus voces, sus pestañas. Joder… ¡Qué
pestañas! Parecen postizas.
- Mia es una Liebre,
¿verdad?
Llaman Liebres a todos
los atletas del instituto. Asiento.
- Ganó a Michael Yan en la
prueba de atletismo. -Presume, como si fuera un logro suyo.
- Sí, todo el mundo lo
sabe. -Interviene Samantha.
- Así es. -Afirma Lea.
De pronto un brazo me
rodea por encima de los hombros. Es Adam. Oh Dios mío. Casi puedo oler su
chaqueta de cuero negro.
- ¿Qué pasa? -Dice, en
forma de saludo.
- Hablábamos de tu vecina
y de Michael. -Respondo con toda normalidad.
Espera… ¿Estoy hablando
con Adam Huron?
- Ah, sí. Felicidades. -Y
me planta un beso en la mejilla.
A Brittany le ha empezado
a temblar un ojo; pero permanece sonriente.
- Ey -Adam abandona el
grupo para saludar a un chico con rastras en la cabeza.
- Diviértete. -Y Brittany
se aleja con su séquito detrás: Samantha y Lea.
Cojo una copa de algo que
huele a perfume y le doy un sorbo. Está asqueroso. Tumbo un poco la copa hasta que
queda medio llena; el cactus debía de estar sediento. No puedo evitar esbozar
una sonrisa. Saliendo de la casa me tropiezo con Dylan.
- ¡Cuidado! Me has bañado
con whisky -Roza su camisa blanca con una mano mientras que con la otra sostiene
un cigarrillo.
- Perdón.
El muchacho alza la mirada,
sorprendido.
- ¿Tú?
- Hola. -Respondo, dando
un brinco en el suelo.
- ¿Tú en una fiesta?
-Rectifica, alzando una ceja.
- Sí.
- Oh vaya. Creo que
hubiera sido menos cruel decirme la otra noche que te molestaba mi presencia.
Me hubiera ido yo.
Suelto una carcajada y le
miro a los ojos.
- No eras tú el estorbo.
- Ansiedad social, ¿no? -Sus
ojos negros me observan con intensidad e ironía.
- He pensado salir un poco…
Dylan da una profunda
calada a su cigarrillo y exhala el humo mientras mantiene sus ojos clavados en
mí. Su cicatriz se acentúa en cada calada, le da cierto toque perverso que
rompe completamente con su rostro aniñado.
- Mañana a las diez paso
por tu casa. -Dice, aplastando el cigarrillo con la suela de su bota.
Estamos sentadas en el coche de
Jess, con la vista fija en la puerta del edificio en el que se halla la piscina
del Lowell. Después de varios minutos de espera, la puerta se abre, al fin, y
Jake aparece por ella acompañado por otro chico. Se despide del muchacho de
cabello castaño y entra en el coche de un salto.
Jess arranca y el Jeep comienza a
moverse, abandonamos el aparcamiento. Yo no he llegado a sacarme el carnet
todavía y a Jake, a pesar de tenerlo, no le gusta conducir, por lo que
Jessamine es la conductora oficial del grupo, la que evita que tengamos que subir
al viejo autobús amarillo del instituto.
-Cenamos en mi casa, ¿no? –
Pregunta Jess mientras hace girar el volante.
-Sí. -Respondo, y asiento con la
cabeza a pesar de que no me mira.
Entre los peculiares comentarios de
Jess y las bromas de Jake, los minutos pasan volando y pronto el coche se
detiene ante un bloque de apartamentos. Descendemos del vehículo y entramos en
el edificio, subiendo en ascensor hasta el cuarto piso. Jess introduce la llave
en la cerradura y nos adentramos en el amplio apartamento.
-Mis padres están fuera por
trabajo, así que podemos quedarnos en el salón. – Dice, depositando la llave en
el pequeño mueble blanco del recibidor.
Dejamos nuestras mochilas junto a
la puerta de entrada y entramos en el salón mientras Jess desaparece en la
cocina. La esperamos sentados en el cómodo sofá azul de tres plazas.
-Tengo algo que proponeros. – Dice
Jake cuando Jess aparece por la puerta del salón, con las manos llenas de
refrescos y bolsas de chuches.
-Dispara. – Le responde,
entregándonos una lata a cada uno.
-Tarde de amigos en mi piscina,
¿qué os parece?
-Genial, ¿cuándo? – Responde Jess
sin pensárselo ni un segundo.
- Este fin de semana, estaba
pensando en invitar a Kyle, si os parece bien.
- Claro, perfecto. – Respondo. Kyle
es un compañero del equipo de natación con el que Jake trabó amistad el curso
pasado, es un chico agradable y simpático.
Jessamine aplaude, emocionada, y en
sus ojos distingo un brillo que me hace ponerme alerta. Es esa mirada de
picardía que tiene cada vez que se le ocurre un plan, me pregunto qué estará
tramando.
- ¿Puedes ir a meter las pizzas en
el horno, Delia? – Me pregunta.
- ¿Por qué yo? – Respondo,
sospechando que esto es parte de algún plan.
-Pues porque me da pereza, y de ti
me fio más que de Jake.
-¡Eh! – Responde nuestro amigo,
indignado, lanzándole un cojín.
-Es verdad, no quiero que me arda
la cocina.
-Como que eso no va a pasar con C…
- ¡Eh! - Exclamo yo esta vez,
saliendo ya al pasillo. Soy extremadamente torpe, eso es cierto, pero es algo
tedioso que lo saquen a relucir cada vez que se les presenta la oportunidad.
Cuando vuelvo, Jess tiene una
sonrisa traviesa en los labios y me mira divertida. Jake, en cambio, tiene la
cabeza gacha, con una mano en la frente, y niega lentamente.
- ¿Qué habéis hecho? – Pregunto,
algo alarmada repentinamente.
-Qué ha hecho, querrás decir. –
Contesta Jake señalando a nuestra amiga.
En ese momento, mi móvil, que dejé
sobre la mesa al salir, vibra. La pantalla se enciende mostrando una
notificación de Instagram. La sonrisa de Jess se ensancha y yo me
lanzo a por el pequeño objeto, dándome cuenta de que tiene algo que ver con lo
que acaba de pasar.
@noahthegoof: allí estaré! :)
Frunzo el ceño, extrañada, ¿qué
quiere decir con eso? ¿Por qué me manda un mensaje a mí? Entro en la
conversación, dispuesta a responderle que se debe haber equivocado de
persona; hasta que veo el mensaje
anterior. Es un mensaje mío: “Fiesta en la piscina de un amigo este
fin de semana, ¿te apuntas?”
Levanto la
vista rápidamente y fijo mi mirada enfurecida en Jess. Me ha pedido que vaya a
la cocina para poder aprovechar y enviarle el mensaje a Noah desde mi móvil.
-¿Qué demonios
haces, Jess?
-Lo que tú no
te atreves a hacer. – Responde guiñándome el ojo.
Me dejo caer
en el sofá, sin energías suficientes para enfadarme con ella. De todas formas,
empiezo a creer que quizás tenga un poco de razón en lo que ha dicho.
Suspirando, bloqueo la pantalla del móvil, ya tendré tiempo de pensar si le
digo a Noah que se han cancelado los planes o le envío la dirección de Jake
para que vaya.

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