sábado, 8 de septiembre de 2018

CAPITULO 12


Actualización: Ahora tengo planes y todos saben quién soy. Estoy un poco en el limbo, la verdad. Ayer Adam se apoyó en mis hombros y Brittany ahora es mi amiga ¿He dejado de ser invisible?”.
Cuando veo el tick, sé que mi foto ha sido publicada en Instagram, doy media vuelta y abandono la cama de un salto. Poco tiempo después llaman a timbre. Cerca de las escaleras doy un salto en el aire abriendo las piernas y grito. No cabe tanta emoción en mí. Abro la puerta y ahí está Dylan Huron. Él sonríe, apoyado en su moto. Tiene una sonrisa preciosa, aunque me da la sensación de que pocos han podido apreciarla. Cierro la puerta y me aproximo a su figura. 
- Hola.
Él no responde, simplemente me pone un casco en la cabeza y se sube a la moto. Me lo abrocho y alzo la pierna para imitarle.
- Nunca antes me he subido a una moto. -Digo, emocionada ante la idea.
Dylan golpea con fuerza el pedal y la moto arranca. Me recuesto sobre su espalda y dejo que el aire acaricie mi rostro, agite mi cabello e inunde mis pulmones de aire frío. Quiero que este momento dure una eternidad. Cierro los ojos y decido disfrutar.
Al cabo de un rato, la moto se para. Abro los ojos y miles de luces me deslumbran; enormes filas de luciérnagas iluminan el puente de San Francisco. Me quedo boquiabierta. Dylan se baja de la moto y la apoya sobre las vallas rojas que separan la parte peatonal de la carretera.
- Este vértigo es diferente al resto. -Dice, trepando la vaya y dejando su cuerpo depender de escasos centímetros de valla.
- ¡No! -Grito.
El muchacho suelta una enorme carcajada.
- No me voy a tirar, Mia Lee. Ven.
- ¿Qué? ¿Cómo?
- Venga mujer…
Me acerco a él, temerosa. Me da miedo dar un mal paso y provocar su caída, o quién sabe qué. Me tiende la mano y, sin pensarlo dos veces, trepo la valla y me siento a su lado.
- San Francisco y el condado de Marin. -Señala a ambos lados de su cuerpo. -Aquí es dónde mi vida es perfecta.
De repente, una sensación de culpa me invade y me ruborizo.
- Siento haber sido tan dura la otra noche.
Dylan hace una mueca y prosigue:
- Tranquila.
- A veces juzgo sin deber. ¿Puedo hacer algo por ti?
- De hecho… de eso quería hablar contigo.
Me estremezco. Quiere algo de mí.
- Desde la carrera del otro día, te has vuelto famosa. -Clava su mirada en mí. Y yo le observo, expectante. -Por lo que Brittany ahora será tu perrito faldero.
- Bueno… No lo tengo tan claro.
- Yo sí. Necesito que Brittany se enamore de mí.
Espera… ¿qué?
- Pero. Yo. En fin, no sé si podré. -Balbuceo.
- Yo puedo ofrecerte algo también. -Prosigue -Adam.
Siento como mi corazón late frenéticamente y mis manos empiezan a sudar. Adam es el hermano de Dylan. Y Brittany me consta que está loca por él, cosa que me afecta negativamente porque yo también estoy loca por Adam.
- Hecho.
El joven esboza una sonrisa de aprobación, como si ya se esperara mi reacción. Y los dos nos quedamos mirando fijamente las estrellas que brillan sobre nosotros, envueltos en humo de coche y flotando en el sabor de la bahía.


Acabo de ponerme el pijama cuando llaman a la puerta, bajo corriendo las escaleras y abro. Me da tiempo de vislumbrar un coche gris que desaparece por la esquina de la calle antes de que una figura entre como un torbellino en la casa.
- ¿Jess? – Pregunto, confusa. 
- ¡Hola! ¡Tengo mucho que contarte! – Exclama mi amiga con una gran sonrisa.
- Pero, ¿qué haces aquí? – Digo frunciendo el ceño, su cita con Hunter debe haber acabado hace poco, no entiendo cómo ha llegado tan rápido a mi casa.
- Le he dicho a Hunter que vivo aquí. – Responde encogiéndose de hombros.
- ¡Pero, Jess! – Exclamo abriendo mucho los ojos.
- No iba a volver aquí si me dejaba en mi casa, y necesito contártelo todo en persona. Tú no te preocupes, ahora llamo a mis padres para que me recojan. – Contesta, cogiéndome la mano y llevándome escaleras arriba hacia mi habitación.

-Oficialmente, ¡tengo novio! – Dice dando un pequeño salto antes de tirarse en la cama.
- ¡¿Qué?! ¡Cuéntame! – Le apremio, tumbándome a su lado.
Me relata con todo detalle cada segundo de su noche; desde el momento en que apareció por la puerta del local en el que habían quedado hasta el segundo en que se bajó del coche de Hunter y llamó a mi puerta. Me describe lo preciosa que es la cafetería en la que han estado, me cuenta todos aquellos temas de los que han hablado, me narra con pelos y señales el momento del beso y me recuerda una y otra vez lo dulce que ha sido Hunter con ella. Yo solo puedo suspirar y sonreír, parece sacado de una película romántica de adolescentes, y me siento muy feliz por ella.
-También quiero pedirte perdón. – Dice, finalmente. Y, viendo mi cara de confusión, añade: Por lo de Noah, el mensaje.
-No pasa nada, Jess. – La tranquilizo, pero insiste.
-Sí que pasa, no tengo derecho a invadir así tu privacidad y tomar decisiones por ti. Sabes lo poco que me pienso las cosas a veces…soy un desastre. – Replica, moviendo la cabeza de un lado a otro.
-De verdad, Jess, no estoy enfadada. Además, creo que tenías razón, es algo que quería a hacer, pero no me atrevía. – Le digo acariciando el dorso de su mano con mi dedo pulgar.
-Ajá, por una vez tengo razón, te gusta. – Responde con una mirada triunfal.
-No me gusta, apenas lo conozco.
-Pero si has crecido con él, Delia.
-Conozco al Noah de hace cinco años, no al de ahora. – Le respondo girando la cabeza parar mirarla a los ojos.
-Entonces, conoce a este Noah. Descubre cómo es y qué le apasiona. Atrévete a enamorarte, Delia. – Me dice, con una dulce sonrisa que me hace sentir bien.
Asiento y nos quedamos en silencio unos minutos, con la vista clavada en el techo blanco de la habitación, cada una sumida en sus pensamientos. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario