Me despierto con el
sonido del microondas y olor a pan tostado. Todo apunta a que es sábado. Me
levanto de un brinco de la cama y observo el calendario de la pared. La primera
semana de curso parece haber sido superada con éxito, y con ello, uno de los
puntos de mi lista de propósitos: socializar.
Bajo las escaleras en
busca de Ginebra y, como esperaba, está limpiando. O ella es una fanática del
orden y de la limpieza, o el problema soy yo, algo que no llego a descartar del
todo.
-¿Dónde estuviste anoche?
-Pregunta sin darse la vuelta.
-Con Dylan.
Me aproximo a ella y me
siento en la encimera.
-No te subas ahí. -Dice,
y rápido desvía la conversación. – El vecino…
-El vecino -Repito.
-¿Y qué hicisteis?
Quiero decirle que
hicimos un pacto. O un truque. O un trato. No sé qué palabra usar para evitar
que suene tan mal teniendo en cuenta que estamos tratando con personas.
-Poco -Me decido, finalmente.
Sabe que le estoy mintiendo
porque no responde.
-Estuvimos en el puente.
-¡¿En el puente?! -Por
fin me dirige la mirada. - ¡Milee!
Me encojo de hombros y no
puedo evitar sonreír. Veo un indicio de sonrisa en su rostro y, antes de que me
pueda dar cuenta, vuelve a darme la espalda.
-¿A ver las estrellas?
-Exacto -Respondo, muy
convencida. Ginebra sabe que soy una obsesa del universo y de todo aquello que
lo compone.
Ginebra da un gruñido y
desaparece de la cocina. Yo decido sentarme en el sofá y publicar en Instagram.
“Actualización: ¿Acabaré saliendo con Adam Huron? Ahora mis expectativas
se limitan al trueque, a un juego de cartas. Un juego donde Dylan Huron y yo
escondemos el as bajo la manga”.
Estoy acomodada en la tumbona que hay junto a la de Jess, escuchándola hablar de lo genial que es poder descansar del instituto, las clases y las actividades extraescolares por un par de días. Me dispongo a decirle que es imposible estar tan cansada cuando sólo llevamos una semana de clases, pero el sonido del timbre me distrae.
Observo a Jake salir rápidamente de la piscina, con los rayos del sol haciendo destellar las gotas de agua que se han adherido a su oscura piel. Se marcha y espero pacientemente a que vuelva a aparecer por la cristalera que da a su jardín trasero. Cuando lo hace, un chico camina a su lado.
-Ya empezaba a pensar que no vendrías. – Digo acercándome a Noah.
- ¿Cuándo te he fallado yo? – Me responde dándome un rápido abrazo a modo de saludo.
Le sonrío, algo sorprendida y aturdida por el contacto, y me giro hacia mis amigos. Le presento a Jake, Jess y Kyle y él no tarda en enzarzarse en una animada conversación con ellos. Me sorprende esa capacidad de sociabilizar tan rápido, ni a Jess se le da tan bien.
- ¿Echamos una partida? – Pregunta Jake lanzando a la piscina dos porterías hinchables.
-Pero somos impares, ¿cómo hacemos los equipos? – Pregunto.
-Yo paso, así jugáis dos contra dos. – Responde Jess. La miro extrañada, normalmente es la primera en lanzarse a la piscina y regodearse cuando marca más goles que el resto y gana. – Además, no tardaré mucho en irme.
Asentimos y nos lanzamos a la piscina, dando comienzo a nuestra improvisada partida de waterpolo, si es que a dos porterías hinchables y un balón enano se le puede llamar así. Los equipos quedan divididos automáticamente, sin necesidad de que hablemos. Noah y yo contra Jake y Kyle.
Si no fuera por la agilidad de Noah y lo rápidos que son sus movimientos, mi torpeza nos habría hecho perder. Pero al chico no parece importarle que tenga una puntería terrible y acabe lanzando el balón fuera de la portería siempre. Cuando acaba la partida, alza la mano para que se la choque y yo lo hago. Pero, antes de que pueda darme cuenta, me agarra la mano y tira de mí hacia abajo, hundiéndome en el agua por unos segundos.
Tras la inesperada ahogadilla, vuelvo a subir a la superficie y toso un par de veces. Cuando por fin abro los ojos, el rostro de Noah está tan cerca que puedo sentir su respiración en la piel. Sin embargo, no me aparto. Miro fijamente el diminuto lunar que tiene en la punta de la nariz. No me había dado cuenta nunca, pero me parece adorable y siento una repentina necesidad de tocarlo. No puedo ver mis mejillas , pero el calor que comienzo a notar en ellas me indica que ya han adquirido un color carmesí.
-Lo siento, tenía que hacerlo. – Sonríe Noah, mientras apoya su mano en mi cadera para alejarme suavemente de él.
-No sabes con quién te metes. – Respondo, lanzándome a por él y dando comienzo a una larga persecución a través de la piscina.
Una voz capta mi atención antes de que pueda alcanzarlo, y me paro en seco. Veo a Hunter, ha venido a recoger a Jess para ir al cine. Le da un rápido beso a su novia antes de girarse hacia nosotros. Yo me abrazo a mí misma instintivamente a pesar de estar bajo el agua, aún no me acostumbro a mostrar mi cuerpo ante los demás. Son los restos que quedan de las inseguridades que me atormentaban. Noah parece darse cuenta de mi incomodidad y me mira algo preocupado.
- ¿Estás bien? – Susurra, a lo que yo asiento. Y sólo ahora, me doy cuenta de que no me he sentido así con él en ningún momento. Es extraño, solo suelo sentirme así de cómoda con Jess y Jake.
- A ti no te conozco, soy Hunter. – Dice el chico, dirigiéndose a Noah.
- Noah Baker. – Responde él, con un gesto de la cabeza que hace la vez de saludo.
Hunter le sonríe y coge a Jess de la mano. Conforme los veo desaparecer en el interior de la casa mis brazos vuelven a caer a ambos lados de mi costado. Me falta poco para soltar un suspiro de alivio.
-¿Seguro que estás bien? Podemos hacer otra cosa si quieres, como ir a por batidos. De mango. – Sugiere él, observándome con sus ojos verdes.
-No hace falta, gracias. – Respondo, sorprendida por la cantidad de cosas sobre mí que recuerda.
-Pero recuerda que puedes contar conmigo, ¿vale? – Dice, y su voz es un susurro que me envuelve y me reconforta.
Asiento, mordiéndome el labio mientras observo los rizados mechones de su cabello mojado que caen sobre su frente, haciendo que lluevan gotas por todo su rostro.

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