domingo, 2 de septiembre de 2018

CAPITULO 8




La casa de Brittany, como me esperaba, está ubicada en uno de los mejores barrios de San Francisco. A manera que Adam busca un lugar dónde aparcar el coche, yo me dedico a admirar los enormes ventanales que dejan divisar el interior y a disfrutar del tema que está sonando dentro. Coldplay. Adoro a ese grupo. Me apuesto cualquier cosa a que debe de haber, al menos, cien estudiantes destrozando sus tímpanos. Y también sus hígados. Por instantes me da un vuelco el corazón; suena Viva la vida y no puedo evitar tararearla. Dylan mira por el espejo retrovisor, nuestras miradas se encuentran y su voz se une a la mía.
- Sería una pena que lloviese. -Musita Adam.
Y ambos soltamos una carcajada.
Cuando nos bajamos del coche alguien grita el nombre de Adam y, seguidamente, unos tacones se aproximan a toda prisa. Me doy la vuelta y veo a Brittany corriendo hacia nosotros. ¿Cómo puede correr con esos tacones?
- ¡Adam! -Y le besuquea las mejillas -, ¿por qué has tardado tanto?
- Tuvimos que esperar a mi vecina. -Se excusa, señalándome.
En esos mismos instantes me cohíbo; me echo la mano al cuello y fijo la mirada en el suelo.
- Ah… -Sé que está deseando matarme. Y susurra algo al oído de Adam.
Todos entran en la casa, incluida yo.
- No está amueblada. -Digo en voz alta.
- Nunca has estado en una fiesta, eh. -Dylan me da un codazo.
Para ser franca, no. Odio las fiestas.
- ¿Dónde se ha metido Adam? -Me veo obligada a alzar la voz; la música está a toda pastilla.
El muchacho grita y se pone la mano en el pecho, en señal de afligimiento. Iba a disculparme cuando esboza una sonrisa tan amplia que me hace dar un respingo en el suelo.
- Gracias por tenerme en cuenta, Mia Lee Castro.
Por un momento me sorprende que se sepa mi nombre, luego caigo en la cuenta de que es normal; soy su vecina.
- Creo que mejor me voy. -Susurro entre dientes.
- Ven. -Y me guía hasta una mesa con cuatro sillas. Hay muebles demasiado bonitos en esta casa que dejarán de serlo mañana por la mañana. Me encantaría ver la reacción de los padres de La arándano - ¿Qué merodea por esa cabecita?
No sé si trata de burlarse de mí o de verdad quiere que me exprese. Quiero decirle que estoy incómoda en esta casa, que odio el olor a tabaco y a la gente que grita, y más aún a Brittany.
- Tengo ansiedad social. -Suelto todo lo rápido que puedo, como si me fuera la vida en ello. No soy capaz de mirarle a la cara, me siento boba.
Dylan se aproxima para susurrarme algo al oído y puedo ver que en la zona izquierda del labio tiene una cicatriz que acapara toda mi atención.
- Mia Lee, eres la chica más normal que he conocido -Y se repantinga en la silla, poniendo su brazo derecho en la mía -. Eres tímida… mucho, pero tú no tienes eso que has dicho.
No sé qué responder. Las manos me comienzan a sudar, mis ojos no saben dónde quedarse quietos y las piernas me tiemblan.
- Llévame a casa. -Dicto.


Cenamos en un restaurante del centro; un local de paredes de madera y muebles oscuros de aspecto gastado al que suelen acudir los estudiantes. Los precios son bajos y la comida es buena, no es raro que haya ganado tanta popularidad.
Cogemos patatas de un bol de metal mientras esperamos los bocadillos vegetales que hemos pedido. Miro por la gran cristalera junto a la que estamos sentadas y veo a dos chicas pasar, tan cerca que casi puedo escuchar el repiqueteo de sus zapatos de tacón. Las reconozco, son de nuestro instituto.
- Hoy hay una fiesta, ¿no? – Le pregunto a Jess, que suele estar informada de estos temas.
- Sí. – Me responde, desinteresadamente, mientras observa las otras mesas del local.
- ¿No quieres ir? Seguro que Hunter está. – Sugiero, esperando su reacción.
- Hoy no me apetece. – Dice, encogiéndose de hombros. – Además, no voy a perseguirlo.
Jess es muy sociable, su personalidad espontánea y divertida hace que la gente se acerque a ella. A veces, la invitan a fiestas. A veces, si se siente animada, va. Y, a veces, me arrastra con ella y acabamos divirtiéndonos. Solo a veces, porque no es algo que nos atraiga y nos vuelva locas, sino algo que disfrutar muy de vez en cuando.
- De todas formas, ya he quedado a solas con él. – Dice cuando pasan unos minutos, y me mira de reojo en espera de mi muestra de sorpresa.
- ¡Jessamine Angelica Concannon! – Exclamo en tono acusador mientras la señalo con la patata que tengo en la mano.
- En realidad no sé el día, solo hemos dicho que queremos quedar. En plan cita. – Me dice con una sonrisa divertida.  
- Más te vale contármelo con todo detalle cuando pase. – Le digo, y veo como sus ojos se iluminan. Oh no, he hecho que tenga una de sus ideas.
- ¡Debería ser una cita doble! Podemos buscarte a alguien o… ¡O puede venir Noah, sí! Tienes que quedar con el chico del pueblo. -Exclama Jess, haciendo aspavientos con las manos de pura emoción.
- No quiero una cita doble, Jess, y desde luego, no voy a invitar a Noah a salir…- Digo suspirando, mientras entierro la cara entre mis manos.
- Pero si va a ser genial, venga Delia, hazme caso. – Replica, batiendo sus pestañas rápidamente.
El camarero se acerca a nosotras y deja los bocadillos encima de nuestra mesa. Le respondemos con un rápido gracias y vuelve a irse.
- Come, anda. Ya veremos qué pasa con la cita, pero de momento me niego. – Le digo a Jess. Y me hace caso, aunque sé que solo es porque cuando hay comida se le olvida que existe el resto del mundo. 


2 comentarios: