La casa de Brittany, como
me esperaba, está ubicada en uno de los mejores barrios de San Francisco. A
manera que Adam busca un lugar dónde aparcar el coche, yo me dedico a admirar
los enormes ventanales que dejan divisar el interior y a disfrutar del tema que
está sonando dentro. Coldplay. Adoro a
ese grupo. Me apuesto cualquier cosa a que debe de haber, al menos, cien
estudiantes destrozando sus tímpanos. Y también sus hígados. Por instantes me
da un vuelco el corazón; suena Viva la
vida y no puedo evitar tararearla. Dylan mira por el espejo retrovisor,
nuestras miradas se encuentran y su voz se une a la mía.
- Sería una pena que
lloviese. -Musita Adam.
Y ambos soltamos una
carcajada.
Cuando nos bajamos del
coche alguien grita el nombre de Adam y, seguidamente, unos tacones se
aproximan a toda prisa. Me doy la vuelta y veo a Brittany corriendo hacia
nosotros. ¿Cómo puede correr con esos tacones?
- ¡Adam! -Y le besuquea
las mejillas -, ¿por qué has tardado tanto?
- Tuvimos que esperar a mi
vecina. -Se excusa, señalándome.
En esos mismos instantes
me cohíbo; me echo la mano al cuello y fijo la mirada en el suelo.
- Ah… -Sé que está
deseando matarme. Y susurra algo al oído de Adam.
Todos entran en la casa,
incluida yo.
- No está amueblada. -Digo
en voz alta.
- Nunca has estado en una
fiesta, eh. -Dylan me da un codazo.
Para ser franca, no. Odio
las fiestas.
- ¿Dónde se ha metido Adam?
-Me veo obligada a alzar la voz; la música está a toda pastilla.
El muchacho grita y se
pone la mano en el pecho, en señal de afligimiento. Iba a disculparme cuando
esboza una sonrisa tan amplia que me hace dar un respingo en el suelo.
- Gracias por tenerme en
cuenta, Mia Lee Castro.
Por un momento me
sorprende que se sepa mi nombre, luego caigo en la cuenta de que es normal; soy
su vecina.
- Creo que mejor me voy.
-Susurro entre dientes.
- Ven. -Y me guía hasta
una mesa con cuatro sillas. Hay muebles demasiado bonitos en esta casa que
dejarán de serlo mañana por la mañana. Me encantaría ver la reacción de los
padres de La arándano - ¿Qué merodea
por esa cabecita?
No sé si trata de
burlarse de mí o de verdad quiere que me exprese. Quiero decirle que estoy
incómoda en esta casa, que odio el olor a tabaco y a la gente que grita, y más
aún a Brittany.
- Tengo ansiedad social. -Suelto todo lo rápido que puedo, como si me fuera la vida en ello. No soy
capaz de mirarle a la cara, me siento boba.
Dylan se aproxima para
susurrarme algo al oído y puedo ver que en la zona izquierda del labio tiene
una cicatriz que acapara toda mi atención.
- Mia Lee, eres la chica
más normal que he conocido -Y se repantinga en la silla, poniendo su brazo
derecho en la mía -. Eres tímida… mucho, pero tú no tienes eso que has dicho.
No sé qué responder. Las
manos me comienzan a sudar, mis ojos no saben dónde quedarse quietos y las
piernas me tiemblan.
- Llévame a casa. -Dicto.
Cenamos
en un restaurante del centro; un local de paredes de madera y muebles oscuros de
aspecto gastado al que suelen acudir los estudiantes. Los precios son bajos y
la comida es buena, no es raro que haya ganado tanta popularidad.
Cogemos
patatas de un bol de metal mientras esperamos los bocadillos vegetales que
hemos pedido. Miro por la gran cristalera junto a la que estamos sentadas y veo
a dos chicas pasar, tan cerca que casi puedo escuchar el repiqueteo de sus
zapatos de tacón. Las reconozco, son de nuestro instituto.
- Hoy
hay una fiesta, ¿no? – Le pregunto a Jess, que suele estar informada de estos
temas.
- Sí.
– Me responde, desinteresadamente, mientras observa las otras mesas del local.
-
¿No quieres ir? Seguro que Hunter está. – Sugiero, esperando su reacción.
- Hoy
no me apetece. – Dice, encogiéndose de hombros. – Además, no voy a perseguirlo.
Jess
es muy sociable, su personalidad espontánea y divertida hace que la gente se
acerque a ella. A veces, la invitan a fiestas. A veces, si se siente animada,
va. Y, a veces, me arrastra con ella y acabamos divirtiéndonos. Solo a veces,
porque no es algo que nos atraiga y nos vuelva locas, sino algo que disfrutar muy
de vez en cuando.
- De
todas formas, ya he quedado a solas con él. – Dice cuando pasan unos minutos, y
me mira de reojo en espera de mi muestra de sorpresa.
-
¡Jessamine Angelica Concannon! – Exclamo en tono acusador mientras la señalo
con la patata que tengo en la mano.
- En
realidad no sé el día, solo hemos dicho que queremos quedar. En plan cita. – Me
dice con una sonrisa divertida.
- Más
te vale contármelo con todo detalle cuando pase. – Le digo, y veo como sus ojos
se iluminan. Oh no, he hecho que tenga una de sus ideas.
-
¡Debería ser una cita doble! Podemos buscarte a alguien o… ¡O puede venir Noah,
sí! Tienes que quedar con el chico del pueblo. -Exclama Jess, haciendo
aspavientos con las manos de pura emoción.
- No
quiero una cita doble, Jess, y desde luego, no voy a invitar a Noah a salir…-
Digo suspirando, mientras entierro la cara entre mis manos.
- Pero
si va a ser genial, venga Delia, hazme caso. – Replica, batiendo sus pestañas
rápidamente.
El
camarero se acerca a nosotras y deja los bocadillos encima de nuestra mesa. Le
respondemos con un rápido gracias y vuelve a irse.
- Come,
anda. Ya veremos qué pasa con la cita, pero de momento me niego. – Le digo a
Jess. Y me hace caso, aunque sé que solo es porque cuando hay comida se le
olvida que existe el resto del mundo.

Ojalá que diga sí a la cita! Quiero saber que pasa!
ResponderEliminarPronto lo sabrás 🌚
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