jueves, 30 de agosto de 2018

CAPITULO 5



- No tuve elección, Olivia.
- ¡Claro que la tuviste! -Recrimina por el teléfono.
Olivia es mi mejor amiga. O lo era. Tan sólo le bastó confirmar que yo me iría de Carolina del Norte para evitarme el resto del año. Ni siquiera vino al aeropuerto para despedirse. Quiero creer que fue su forma de protegerse del dolor que le causaría mi partida. Sin embargo, un día después de llegar a San Francisco recibo su llamada, cuando Ginebra y yo estamos amueblando lo que será mi habitación, justo en frente de la suya. Ella ha estado viviendo en esta ciudad durante dos años. Nada más acabar la licenciatura en Química encontró trabajo y se independizó sin ningún problema. Yo siempre he temido a la independencia.
- No la tuve…
- ¡A ti no te deportaron, joder! -Me recrimina. En verdad la entiendo a la perfección.  
- ¿Crees que dejar todo me resultó fácil, Olivia? ¿Acaso piensas que yo quería que Ginebra tuviera que cargar conmigo?
De repente todo se torna en silencio. Oigo su respiración agitada. Está llorando.
- Lo siento, ¿vale? Me duele en el alma estar todo el día decepcionando gente y haciendo daño a quien quiero -Me apresuro a decir -. Debía irme.
- Te echo de menos. -Susurra, y percibo el dolor en sus palabras.
Cubro mi boca con la mano para disimular mi llanto.
- Y yo a ti.
Olivia y yo nos conocemos desde siempre. Bueno, con “desde siempre” me refiero a hace seis años, los suficientes para parecer hermanas. Además, ella vivía al lado de casa. Todas las noches trepaba por el tejado y, agazapada, llamaba a mi ventana. Otros días era yo la que trepaba. Y así todos los días hasta que nos descubrió un vecino; fue entonces cuando pasamos a usar las linternas para cegarnos una a la otra. Ella era mi deseo de cumpleaños. Y yo era el suyo. Hasta ese año, dónde ambas descubrimos que los deseos de cumpleaños son simples ilusiones. Que éstos no existen.
- ¿Volveré a verte? -Pregunta, ahogándose en sollozos.
- Claro. -Respondo, aun en sabiendas de que es casi imposible.
- ¿Cuándo?
- Pronto. -Vuelvo a mentir.
- Pues hasta pronto…
Y cuelgo.
Si algo tengo claro es que mi corazón está hecho pedacitos, y cuando creía estar poniéndolos nuevamente en su lugar, las piezas vuelven a caerse.   Escribo entre lágrimas la primera publicación en mi diario poético.

"Cuando acabo de encontrar la mecha que prenderá mi scintilla, los recuerdos la apagan con parsimonia."

Me tumbo en la cama, fijo la mirada en el techo y pronto me quedo dormida.



 

Estoy tumbada en la cama, con los ojos cerrados, cuando suena el timbre. Tardo unos segundos en levantarme y bajo las escaleras perezosamente. El viaje de tres horas desde Cambria ha sido mortal, siempre me dan mucho sueño los trayectos en coche o en tren.
Abro la puerta, mientras el timbre vuelve a sonar, y me encuentro con una Jess impaciente que no para de pulsar el pequeño botón como si del mando de un videojuego se tratase.
 ¿Puedes no reventarme el timbre? – Pregunto, haciéndole un gesto para que entre.
- Si no tardases tanto en abrir…Joder, qué cara, ¿pasa algo?
- Que me muero de sueño, eso pasa.
- Pues ya puedes tomarte un café porque yo no me quedo sin mi peli. – Dice Jess mientras sube corriendo las escaleras.
Suspiro y la sigo. ¿En qué momento decidí que era buena idea que se quedara a dormir hoy? Conociéndonos, sé que vamos a estar hablando hasta altas horas de la madrugada. Pero yo estoy agotada y mañana es el primer día de clase, va a ser un milagro si no empiezo el curso durmiéndome sobre el pupitre.
Cuando llego a la habitación me encuentro a Jess sentada ya en la cama de sábanas blancas, con el ordenador sobre las piernas. Lo único que ilumina la habitación son las pequeñas luces led blancas que rodean el marco de la ventana. La bolsa en la que Jess ha traído su pijama y la ropa para mañana está tirada junto a una de las muchas plantas que ocupan mi habitación.
- ¿Y las palomitas? – Pregunta nada más verme entrar.
- No hay. – Respondo, encogiéndome de hombros.
Y cómo se ve una película sin palomitas, ¿eh? Menos mal que siempre vengo preparada. – Dice sacudiendo la cabeza de un lado a otro mientras saca una bolsa de palomitas de su mochila. – Ya bajo yo a hacerlas.
Vuelve unos minutos después, con el bol de palomitas en una mano y el móvil en la otra. Me fijo en cómo le sonríe a la pequeña pantalla y me pregunto qué estará leyendo. Se sienta a mi lado y la película empieza. Intento con todas mis fuerzas no quedarme dormida, pero luchar contra la pesadez que tira de mis párpados es demasiado difícil. Apenas presto atención a la película, sé que es romántica, de esas que tanto nos gustan a las dos, pero no puedo ni recordar el nombre de los protagonistas. Bostezo y me giro para mirar a Jess. Para mi sorpresa, ella tampoco está haciendo caso a la película; sigue atenta a su móvil. Me pregunto cuánto tiempo llevará así, la película debe estar ya a punto de acabar.
- Me está gustando bastante la película, ¿a ti no? - Pregunto. 
- ¿Eh? Sí, sí, está bien. - Responde sin mirarme si quiera. 
- Jessamine, por dios, que le estás prestando menos atención que yo...¿Qué te tiene tan distraída? - Digo con tono pícaro mientras señalo su móvil con la cabeza. 
- Nada... - Y, unos segundos después, se gira hacia mí lentamente. - Bueno, puede que esté hablando con alguien. 
- ¿Y ese alguien es...?
- Hunter. 
- ¿Hunter Crawford el del instituto? ¿El del equipo de fútbol? ¿El mejor amigo de Adam Huron? - Respondo sorprendida.
- Ajá, me lo encontré en aquel sitio al que me llevó mi primo. 
Asiento, recordando que el primo de Jess la había llevado a un local del centro que estaba bastante de moda. Era una mezcla entre bar y salón de juegos recreativo; uno de esos sitios con poca iluminación, música estridente y luces azules.
-  ¿Lleváis hablando desde entonces?
 -  Sí, no sé, creo que me gusta…Sé que es muy típico, ¿sabes? El chico deportista y popular…pero es distinto, de verdad. Es gracioso, dulce y caballeroso.
Pienso en el chico de cabello rubio y ojos azules que tantas veces he visto por los pasillos del instituto. Me lo imagino más como alguien creído y superficial que como una persona agradable y divertida. Claro que nunca he hablado con él, ni con ninguno de sus amigos. Simplemente, nunca me han llamado la atención, no siento la necesidad de acercarme a la gente popular. Pero si Jess dice que es buena persona, confiaré en ella y su criterio. 

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