- No tuve elección, Olivia.
- ¡Claro que la tuviste! -Recrimina
por el teléfono.
Olivia es mi mejor amiga.
O lo era. Tan sólo le bastó confirmar que yo me iría de Carolina del Norte para
evitarme el resto del año. Ni siquiera vino al aeropuerto para despedirse. Quiero
creer que fue su forma de protegerse del dolor que le causaría mi partida. Sin
embargo, un día después de llegar a San Francisco recibo su llamada, cuando Ginebra y yo estamos amueblando
lo que será mi habitación, justo en frente de la suya. Ella ha estado
viviendo en esta ciudad durante dos años. Nada más acabar la licenciatura en Química
encontró trabajo y se independizó sin ningún problema. Yo siempre he temido a
la independencia.
- No la tuve…
- ¡A ti no te deportaron,
joder! -Me recrimina. En verdad la entiendo a la perfección.
- ¿Crees que dejar todo me
resultó fácil, Olivia? ¿Acaso piensas que yo quería que Ginebra tuviera que
cargar conmigo?
De repente todo se torna
en silencio. Oigo su respiración agitada. Está llorando.
- Lo siento, ¿vale? Me
duele en el alma estar todo el día decepcionando gente y haciendo daño a quien
quiero -Me apresuro a decir -. Debía irme.
- Te echo de menos.
-Susurra, y percibo el dolor en sus palabras.
Cubro mi boca con la mano
para disimular mi llanto.
- Y yo a ti.
Olivia y yo nos conocemos
desde siempre. Bueno, con “desde siempre” me refiero a hace seis años, los suficientes
para parecer hermanas. Además, ella vivía al lado de casa. Todas las noches
trepaba por el tejado y, agazapada, llamaba a mi ventana. Otros días era yo la
que trepaba. Y así todos los días hasta que nos descubrió un vecino; fue entonces
cuando pasamos a usar las linternas para cegarnos una a la otra. Ella era mi
deseo de cumpleaños. Y yo era el suyo. Hasta ese año, dónde ambas descubrimos
que los deseos de cumpleaños son simples ilusiones. Que éstos no existen.
- ¿Volveré a verte? -Pregunta,
ahogándose en sollozos.
- Claro. -Respondo, aun en
sabiendas de que es casi imposible.
- ¿Cuándo?
- Pronto. -Vuelvo a mentir.
- Pues hasta pronto…
Y cuelgo.
Si algo tengo claro es
que mi corazón está hecho pedacitos, y cuando creía estar poniéndolos nuevamente
en su lugar, las piezas vuelven a caerse. Escribo
entre lágrimas la primera publicación en mi diario
poético.
"Cuando acabo de encontrar la mecha que prenderá mi
scintilla, los recuerdos la apagan con parsimonia."
Me tumbo en la cama, fijo
la mirada en el techo y pronto me quedo dormida.
Estoy
tumbada en la cama, con los ojos cerrados, cuando suena el timbre. Tardo unos
segundos en levantarme y bajo las escaleras perezosamente. El viaje de tres
horas desde Cambria ha sido mortal, siempre me dan mucho sueño los trayectos en
coche o en tren.
Abro
la puerta, mientras el timbre vuelve a sonar, y me encuentro con una Jess
impaciente que no para de pulsar el pequeño botón como si del mando de un
videojuego se tratase.
- ¿Puedes no
reventarme el timbre? – Pregunto, haciéndole un gesto para que entre.
- Si no tardases
tanto en abrir…Joder, qué cara, ¿pasa algo?
- Que me muero de
sueño, eso pasa.
- Pues ya puedes
tomarte un café porque yo no me quedo sin mi peli. – Dice Jess mientras sube
corriendo las escaleras.
Suspiro
y la sigo. ¿En qué momento decidí que era buena idea que se quedara a dormir
hoy? Conociéndonos, sé que vamos a estar hablando hasta altas horas de la
madrugada. Pero yo estoy agotada y mañana es el primer día de clase, va a ser
un milagro si no empiezo el curso durmiéndome sobre el pupitre.
Cuando
llego a la habitación me encuentro a Jess sentada ya en la cama de sábanas
blancas, con el ordenador sobre las piernas. Lo único que ilumina la habitación
son las pequeñas luces led blancas que rodean el marco de la ventana. La bolsa
en la que Jess ha traído su pijama y la ropa para mañana está tirada junto a
una de las muchas plantas que ocupan mi habitación.
- ¿Y las palomitas?
– Pregunta nada más verme entrar.
- No hay. – Respondo, encogiéndome de hombros.
- Y cómo se ve una
película sin palomitas, ¿eh? Menos mal que siempre vengo preparada. – Dice
sacudiendo la cabeza de un lado a otro mientras saca una bolsa de palomitas de
su mochila. – Ya bajo yo a hacerlas.
Vuelve
unos minutos después, con el bol de palomitas en una mano y el móvil en la
otra. Me fijo en cómo le sonríe a la pequeña pantalla y me pregunto qué estará
leyendo. Se sienta a mi lado y la película empieza. Intento con todas mis
fuerzas no quedarme dormida, pero luchar contra la pesadez que tira de mis
párpados es demasiado difícil. Apenas presto atención a la película, sé que es
romántica, de esas que tanto nos gustan a las dos, pero no puedo ni recordar el
nombre de los protagonistas. Bostezo y me giro para mirar a Jess. Para mi
sorpresa, ella tampoco está haciendo caso a la película; sigue atenta a su
móvil. Me pregunto cuánto tiempo llevará así, la película debe estar ya a punto
de acabar.
- Me está gustando bastante la película, ¿a ti no? - Pregunto.
- ¿Eh? Sí, sí, está bien. - Responde sin mirarme si quiera.
- Jessamine, por dios, que le estás prestando menos atención que yo...¿Qué te tiene tan distraída? - Digo con tono pícaro mientras señalo su móvil con la cabeza.
- Nada... - Y, unos segundos después, se gira hacia mí lentamente. - Bueno, puede que esté hablando con alguien.
- ¿Y ese alguien es...?
- Hunter.
- ¿Hunter Crawford el del instituto? ¿El del equipo de fútbol? ¿El mejor amigo de Adam Huron? - Respondo sorprendida.
- Ajá, me lo encontré en aquel sitio al que me llevó mi primo.
- Me está gustando bastante la película, ¿a ti no? - Pregunto.
- ¿Eh? Sí, sí, está bien. - Responde sin mirarme si quiera.
- Jessamine, por dios, que le estás prestando menos atención que yo...¿Qué te tiene tan distraída? - Digo con tono pícaro mientras señalo su móvil con la cabeza.
- Nada... - Y, unos segundos después, se gira hacia mí lentamente. - Bueno, puede que esté hablando con alguien.
- ¿Y ese alguien es...?
- Hunter.
- ¿Hunter Crawford el del instituto? ¿El del equipo de fútbol? ¿El mejor amigo de Adam Huron? - Respondo sorprendida.
- Ajá, me lo encontré en aquel sitio al que me llevó mi primo.
Asiento,
recordando que el primo de Jess la había llevado a un local del centro que
estaba bastante de moda. Era una mezcla entre bar y salón de juegos recreativo;
uno de esos sitios con poca iluminación, música estridente y luces azules.
- ¿Lleváis hablando desde entonces?
- Sí, no sé, creo que me gusta…Sé que es muy típico, ¿sabes? El chico deportista y popular…pero es distinto, de verdad. Es gracioso, dulce y caballeroso.
Pienso en el chico de cabello rubio y ojos azules que tantas veces he visto por los pasillos del instituto. Me lo imagino más como alguien creído y superficial que como una persona agradable y divertida. Claro que nunca he hablado con él, ni con ninguno de sus amigos. Simplemente, nunca me han llamado la atención, no siento la necesidad de acercarme a la gente popular. Pero si Jess dice que es buena persona, confiaré en ella y su criterio.
- ¿Lleváis hablando desde entonces?
- Sí, no sé, creo que me gusta…Sé que es muy típico, ¿sabes? El chico deportista y popular…pero es distinto, de verdad. Es gracioso, dulce y caballeroso.
Pienso en el chico de cabello rubio y ojos azules que tantas veces he visto por los pasillos del instituto. Me lo imagino más como alguien creído y superficial que como una persona agradable y divertida. Claro que nunca he hablado con él, ni con ninguno de sus amigos. Simplemente, nunca me han llamado la atención, no siento la necesidad de acercarme a la gente popular. Pero si Jess dice que es buena persona, confiaré en ella y su criterio.

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